El esguince de tobillo es una patología ampliamente extendida en nuestra sociedad. Aunque hace muchos años que sabemos de su existencia, su incidencia y su recurrencia todavía siguen siendo muy elevadas. Esta afirmación nos puede llevar a pensar por qué no se ha conseguido disminuir su afectación. Y la respuesta radica básicamente en dos hechos: el primero es que se ha dado un mal enfoque sobre la patología y el segundo es que no se ha hecho hincapié en la prevención.
Mal enfoque de la patología:
Cuando nos referimos a este mal enfoque, estamos hablando de que la visión que se tiene del esguince de tobillo es demasiado simplista y poco global. Un claro ejemplo: cuando nos referimos al esguince, muchos profesionales sanitarios solo se fijan en los tres haces del ligamento lateral externo, cuando sabemos gracias a la anatomía que existen otros ligamentos y estructuras que se pueden ver implicadas. Cuando hay una lesión en el tobillo, su movilidad se ve reducida debido a la afectación de varias articulaciones, ligamentos,músculos y nervios.
Prevención de los esguinces:
Por lo que se refiere a la prevención, la mayoría de los profesionales se han basado solo en curar la lesión pero se han olvidado de su prevención. La lesión provoca que en nuestro tobillo haya una disminución de la propiocepción (receptores que dan información al cerebro sobre las estructuras de nuestro cuerpo), lo que supone que la información que nos llega sea poca y de mala calidad, aumentando el riesgo de padecer una recaída. Si estas recaídas se perpetúan en el tiempo, pueden derivar en una inestabilidad en esta articulación.
EL ENTRENAMIENTO:
El trabajo propioceptivo preventivo debería realizarse periódicamente dentro de la rutina de entrenamiento, aunque no se haya sufrido ninguna lesión hasta el momento. De este modo, prepararemos nuestro cuerpo para reaccionar rápidamente ante una torcedura de tobillo, reduciendo el riesgo de lesión.
Una vez comentados estos dos hechos, podemos afirmar que un tratamiento adecuado de un esguince de tobillo es aquel que busca el reposo relativo de la persona, dando tiempo al propio cuerpo a reparar las estructuras lesionadas. Posteriormente, movilizaremos lo antes posible la articulación y realizaremos ejercicios funcionales con la finalidad de normalizar el funcionamiento de articulaciones, ligamentos, músculos y nervios. Esta normalización, junto con una buena reeducación propioceptiva y una adecuada readaptación al esfuerzo nos garantizará una mejor recuperación y nos permitirán reducir el riesgo de recaídas.
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